a
grandes males, grandes remedios
Cerró
el año 2017 y la suerte de Teléfonos de México, S.A. aún no está definida, por
lo menos para los trabajadores telefonistas. Bajo la dirección de los actuales
dueños, queda poco de aquella empresa que existía en 1989, cuando era la
responsable principal de mantener las telecomunicaciones en todo el país.
Primero,
bajo la presión de los tiburones internacionales de las telecomunicaciones y de
la oleada neoliberal, el mercado mexicano de este sector se fragmentó a
mediados de los años 90 del siglo anterior, dando entrada a las grandes
corporaciones como la Telefónica Española, a Televisa y otras tantas empresas
tanto en la comunicación celular como la local e internacional. Es en estos
años cuando a través de Red Uno y Uninet le quitan al STRM la materia de
trabajo más importante que tiene que ver con la comunicación de datos y los
modernos servicios digitales.
Después,
en un tercer momento, el Grupo Carso a principios de este siglo separa la
telefonía celular de Telmex en una empresa diferente: América Móvil.
Posteriormente, en 2007 desprende la telefonía internacional de Telmex y se la
lleva a una empresa distinta.
Luego,
ya en esta década, Telmex pasa a ser una filial de América Móvil y continúa
llevándose trozos importantes de los bienes de Telmex. A los bienes raíces y el
parque vehicular, se suma el desprendimiento de otros elementos de la
infraestructura de telecomunicaciones que pasan a manos de la empresa RESA.
Y
durante todo este período debemos agregar la notable pérdida de materia de
trabajo del Sindicato de Telefonistas a manos de las empresas contratistas y
subcontratistas, por lo que la afectación a los trabajadores telefonistas es
notable.
Es
así como llegamos a principios de 2017, cuando se anuncia el golpe más reciente
a nuestra materia de trabajo: la partición de Telmex en dos empresas bajo la
llamada separación funcional de la planta externa anunciada por el Instituto
Federal de Telecomunicaciones y promovida no solo por los televisos y compañía,
sino también auspiciada por los dueños de Grupo Carso, es decir, nuestros
patrones, según revelaciones del Secretario General a mediados de 2017.
Como
podemos ver, lejos estamos del compromiso asumido por los dueños de Telmex
cuando se privatizó la empresa, en el sentido de que se iban a respetar los
derechos laborales de los telefonistas, en aquel llamado “Convenio de
Concertación”. El derecho laboral más
importante es nuestra materia de trabajo, porque de ella depende todo:
nuestro empleo, las prestaciones, el sindicato mismo, etc., y justo este
derecho es el que se ha venido cercenando hasta casi reducirlo a su mínima
expresión.
Esto
es lo que sucede con Grupo Carso. Pero si vemos al resto de las empresas del
ramo, la lucha entre los grandes tiburones ha producido una especie de
parasitismo, pues Televisa, Telefónica y las restantes empresas se caracterizan
por buscar la ganancia fácil, es decir, presionan al gobierno federal para
fijar altas tarifas, eludiendo el compromiso de dedicar grandes cantidades de
capital de imversión para desarrollar las telecomunicaciones y buscando el uso
gratuito de la infraestructura de Telmex. El Ifetel, la entidad gubernamental
que se supone debe encargarse de procurar el desarrollo en el sector, es presa
de los intereses mezquinos de estas empresas; se ha convertido en el mazo de
las telefónicas para golpearse entre sí y para minar los derechos laborales de
los trabajadores de las telecomunicaciones, incluidos los telefonistas.
Bajo
los términos de la separación y de los candados fijados en el Título de
Concesión, el sector de las telecomunicaciones está condenado al atraso y la
mediocridad, pues en aras de favorecer a las empresas creadas después de 1990,
le quita el dinamismo y lo sustituye por la rapacidad y la depredación. Está
demostrado, pues, que en estos 27 años de privatización, los principales
beneficiados han sido los grandes capitales que monopolizan las telecomuni-caciones
en nuestro país.
Bajo las riendas del capital privado,
las telecomunicaciones en nuestro país han producido supermillonarios a costa
de mantener tarifas muy elevadas, de pisotear los derechos laborales y de
empobrecer no solo a los trabajadores sino también al sector mismo de
telecomunicaciones con el aumento escandaloso del contratismo y el
subcontratismo.
Y frente a este nuevo intento por
partir a Telmex y perjudicar de nueva cuenta tanto a los telefonistas como al
propio desarrollo económico del país, se hace necesario que este sector tan importante
se le quite de las manos al capital privado, se le expropie, y se vuelvan a
nacionalizar las telecomunicaciones, donde los trabajadores jueguen un papel
fundamental en la conducción de los destinos de este sector.
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